viernes, 3 de noviembre de 2017

Asertividad

Veíamos en el post sobre inteligencia emocional la importancia de tener y manejar un amplio espectro de habilidades sociales, entendiendo éstas como la capacidad de ejecutar una conducta de intercambio con resultados favorables, de interactuar con el entorno de manera aceptable. Y veíamos también algunos ejemplos de esas habilidades: la asertividad (cualidad de una persona que expresa con facilidad y sin ansiedad su punto de vista y sus intereses, sin negar los de los demás), la comunicación (proceso por el cual los individuos condicionan recíprocamente su conducta en una relación interpersonal), el liderazgo (habilidad que le permite a un individuo el empleo de los recursos de poder necesarios para influir en las conductas de los miembros del grupo) y la resolución de conflictos (capacidad para afrontar las críticas y utilizarlas de manera constructiva).

Vamos, en este post, a centrarnos e una de ellas, en la ASERTIVIDAD. Decía Aristóteles: "Cualquiera puede enfadarse, eso es muy fácil. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y de la forma correcta, eso ciertamente, no resulta tan fácil". El filósofo griego hablaba ya, pues, de habilidades para gestionar las emociones y, en concreto, para gestionar las más negativas, como el enfado o la ira, de forma coherente para la convivencia. Pero la asertividad va más allá de la capacidad para saber cómo enfadarse, dónde o con quién. Se relaciona con todas esas situaciones en las que aceptamos pasivamente mientras sentimos que nos perdemos el respeto a nosotros mismos o, por el contrario, explotamos llenos de ira. Decía el mismo Aristóteles que la "virtud se encuentra en el término medio", entre dos actitudes extremas, el exceso y el defecto. Así, la asertividad la encontramos en el punto medio entre la "agresividad" y la "pasividad".

Se entiende por persona "pasiva" o "inhibida" aquella que, ante los conflictos, evita la confrontación. Una actitud que incrementa problemas y deteriora su autoestima. Por su causa, sus derechos no son respetados u otras personas se aprovechan de él. Las personas "pasivas" buscan la aprobación externa, dan más importancia a los derechos ajenos, no consiguen sus objetivos ni expresan lo que sienten/quieren; se sienten frustrados, desgraciados, heridos o ansiosos; dejan al otro elegir por él, no rechazan peticiones o se sienten culpables. Asimismo, evitan afrontar los conflictos e intentan adaptarse a los deseos de otros, incluso olvidando sus propias necesidades.

En el otro polo, nos encontramos con la persona "agresiva", que ante los conflictos defiende violentamente su postura, se muestra segura, sincera y directa, pero de forma inadecuada; es hostil, amenazadora y exigente, no respeta los derechos/deseos del otro, se aprovecha de él, puede alcanzar sus objetivos a expensas del otro, está a la defensiva, denigra o humilla al otro, es expresivo (directa e indirectamente) y elige por el otro, justifica su agresividad como sinceridad y no se hace responsable de las consecuencias de su comportamiento.

La persona asertiva es aquella que manifiesta socialmente su autoestima, se conoce a sí misma y sus limitaciones y se acepta incondicionalmente, regula sus sentimientos y los ajenos y no exige nada, expresa sus deseos y necesidades, pero acepta un no por respuesta, es congruente y se respeta y valora a sí mismo y a los demás... 

Entonces, ¿qué es la asertividad? La asertividad es la cualidad, la habilidad social, de una persona que le permite expresar su opinión de manera firme, amable, honesta y directa, interceder por uno mismo de modo positivo y proactivo, expresando lo que piensa, siente o necesita a la persona indicada, en el momento y lugar oportuno, con las palabras precisas, el tono y el lenguaje no verbal correcto y respetando sus derechos y los derechos del otro y asumiendo las consecuencias sin sentimiento de culpa. Y eso, como predecía Aristóteles no resulta tan fácil.

La asertividad se sustenta sobre una buena autoestima y sobre la confianza en uno mismo. Si bien es cierto que no siempre nos va a funcionar y que probablemente no sea efectiva con todas las personas, el propio hecho de expresar a los demás nuestros sentimientos y defender nuestros derechos va a hacer que nos sintamos mejor con nosotros mismos, demostremos dignidad, autoconfianza y respeto por nosotros mismos. Y es cierto que ante esta asertividad es más probable tener éxito, ya que no se exige o evade la respuesta y se pide legítimamente que se respete el propio punto de vista.

A través de la comunicación asertiva, la persona da su opinión, hace peticiones y puede pedir favores; expresa sus emociones negativas (quejas o críticas), sabe negarse, muestra emociones positivas (alegría, orgullo), es capaz de compartir sentimientos, necesidades, emociones y pensamientos, participa en conversaciones de forma cómoda, resuelve problemas cotidianos antes de que la situación se descontrole; negocia y es flexible para poder conseguir sus propósitos, sabe hacer y recibir cumplidos y hacer y recibir críticas.

Algunas de las razones por las que no somos asertivos pueden radicar en la necesidad de complacer siempre a los demás (por educación, por miedo al rechazo o al enfado del otro, por temor a herir sus sentimientos), en una baja autoestima y autoconfianza, en un exceso de estrés o nerviosismo que nos impulsa a actuar sin pensar, en el tipo de personalidad de cada uno (más agresiva o más pasiva), en la imitación de conducta de los progenitores o del entorno.

Pero para poder ejercer la asertividad es importante tener muy claros los objetivos, huir de juicios de intenciones y remitirse a los hechos (evitarás que la gente se sienta agredida o juzgada), ser lo más concreto posible en la manera de transmitir exacta y detalladamente lo que quieres, crear la oportunidad de la negociación, manifestar nuestros sentimientos y pensamientos (nadie te puede discutir nunca como te sientes), utilizar mensajes "yo" y no mensajes "tú" (no es lo mismo "es que tu me tratas mal" a "me siento mal y me disgusto con la forma en que me estás tratando"), pedir de forma concreta y operativa lo que queremos que se haga, añadir a lo que pides motivos y razones reales que sustenten tu petición, especificar las consecuencias, reemplazar los pensamientos negativos y los sentimientos de culpa ("soy mala persona por no hacer lo que otros quieren") y entender que las personas (desgraciadamente) no pueden leerte la mente y no saben lo que piensas o lo que esperas de ellos si tú no lo expresas. Igualmente, si te resulta violento negarte sin dar explicaciones es útil ofrecer alternativas al final de la negativa y reducir tu ansiedad con el lenguaje corporal (no sirve de nada intentar comunicarse de forma asertiva si con el cuerpo o el tono de voz nos mostramos hostiles).

Resumiendo, son básicas cinco fases en la comunicación asertiva: los hechos, los sentimientos, las conductas, las consecuencias y la solución.

Me gustaría, por último, terminar el post recogiendo el listado de derechos personales  elaborado po Davis, McKay y Eshelman (1985):
1. Tengo derecho a ser el primero.
2. Tengo derecho a cometer errores.
3. Tengo derecho a ser el juez último de mis sentimientos y aceptarlos como válidos.
4. Tengo derecho a tener mis propias opiniones y convencimientos.
5. Tengo derecho a cambiar de idea o de línea de acción.
6. Tengo derecho a la crítica y a protestar por un trato injusto.
7. Tengo derecho a interrumpir para pedir una aclaración.
8. Tengo derecho a intentar un cambio.
9. Tengo derecho a pedir ayuda o apoyo emocional.
10. Tengo derecho a sentir y expresar dolor.
11. Tengo derecho a ignorar los consejos de los demás.
12. Tengo derecho a recibir el reconocimiento formal por un trabajo bien hecho.
13. Tengo derecho a decir NO.
14. Tengo derecho a estar solo aunque los demás deseen mi compañía.
15. Tengo derecho a no justificarme ante los demás.
16. Tengo derecho a no responsabilizarme de los problemas de los demás.
17. Tengo derecho a no anticiparme a las necesidades y deseos de los demás.
18. Tengo derecho a no estar pendiente de la buena voluntad de los demás.
19. Tengo derecho a responder o a no hacerlo.

martes, 17 de octubre de 2017

Piromanía

Octubre 2017, al grito de "Galicia no arde sola, a Galicia la queman" se incendían las redes sociales. La investigación sobre los acontecimientos ocurridos este fin de semana en Galicia y sobre sus autores, sospecha que los incendios forestales han sido intencionados, calculando los días de sequía, los bajos niveles de humedad y la llegada del huracán Ophelia para amplificar las consecuencias de las llamas, para así aprovechar unas condiciones meteorológicas extremas. Han sido 82 incendios registrados sólo en Galicia, que se han saldado con la vida de varias personas y un vasto territorio quemado. Asturias y Portugal, por su parte, han presentado más de 100 focos activos.

Los expertos llevan años trabajando en el perfil de provocador de incendios, desde la Fiscalía General del Estado de Medio Ambiente y Urbanismo se promovió una investigación para identificar en España este perfil incendiario. Se han detectado 5 tipos de perfiles: los que buscan un beneficio, los que actúan sin sentido, aquellos que quieren venganza y los imprudentes (este último grupo se divide en dos: graves y leves).

Resulta difícil en algunos sucesos diferenciar el perfil, si se trata de un incendiario (persona que provoca incendios, generalmente con premeditación y por obtención de beneficios o interés económico) o bien de un pirómano propiamente dicho. Aunque se sabe que es el perfil imprudente el que provoca el mayor número de incendios, el que nos ocupa desde nuestra profesión es el perfil de los que actúan o cometen la acción sin una finalidad aparente. Dentro de los "sin sentido" los individuos se caracterizan por un trastorno identificado. Este perfil correspondería aproximadamente a un 3% de los iniciadores de incendios. 

La piromanía es un trastorno psiquiátrico englobado dentro de los trastornos disruptivos del control de los impulsos y de la conducta, caracterizado por el impulso de iniciar incendios. Estos trastornos se caracterizan por la dificultad para resistir un impulso, una motivación o una tentación de ejecutar un acto perjudicial para la propia persona o para terceros. Además el sujeto, denominado comúnmente piromaníaco o pirómano, suele experimentar tensión antes de realizar la acción y sentir liberación o placer una vez realizada. Por otra parte suelen experimentar relajación, placer, interés, curiosidad y atracción por todo lo relacionado con el fuego. La conducta pirómana puede ser desencadenada por vacío existencial, aburrimiento, frustración, rabia o incluso búsqueda de protagonismo. Los pirómanos son enfermos que disfrutan provocando fuegos y con la contemplación de sus consecuencias, siendo el verano su estación preferida. Puede aparecer sentimiento de culpa o autorreproches después de haberlo realizado.

Su afición enfermiza suele iniciarse en la edad juvenil, con mayor frecuencia en varones y especialmente en aquéllos que destacan poco o nada por habilidades socialmente atractivas. Suelen ser personas solitarias y poco sociables, con conflictos repetidos en las relaciones interpersonales, historia personal de frustraciones y desajustes emocionales, con un cociente intelectual bajo, mal rendimiento escolar y profesional, escasa resistencia a la frustración, dificultad en la expresión de emociones negativas, escasa disciplina y poca capacidad de hacer frente al estrés. Presentan alta curiosidad o implicación en actividades de fuego, fascinación y experiencias tempranas con el fuego y todos los elementos que le rodean (incendios, humo, bomberos). En algunos casos incluso se prestan voluntarios o participan en la extinción.

El DSM-5 (American Psychiatric Association, 2014) guía de consulta de los criterios diagnósticos establece para el diagnóstico de la piromanía:
A. Provocación de incendios de forma deliberada e intencionada en más de una ocasión.
B. Tensión o excitación afectiva antes de hacerlo.
C. Fascinación, interés, curiosidad o atracción por el fuego y su contexto (por ejemplo, parafernalia, usos, consecuencias).
D. Placer, gratificación o alivio al provocar incendios o al presenciar o participar en sus consecuencias.
E. No se provoca un incendio para obtener un beneficio económico, ni como expresión de una ideología sociopolítica, ni para ocultar una actividad criminal, expresar rabia o venganza, mejorar las condiciones de vida personales, ni en respuesta a un delirio alucinatorio, ni como resultado de una alteración del juicio (por ejemplo, trastorno neurocognitivo mayor, discapacidad intelectual [trastorno del desarrollo intelectual], intoxicación por sustancias).
F. La provocación de incendios no se explica mejor por un trastorno de la conducta, un episodio maníaco o un trastorno de la personalidad antisocial.

En muchas ocasiones la piromanía aparece dentro de un trastorno disocial o retraso mental en el caso de la infancia y, en el caso de adultos, en trastornos de personalidad, alcoholismo, demencia o trastornos psicóticos.

Dicho trastorno no permite a estos individuos ser conscientes  de las consecuencias aunque si existe conciencia plena en el acto. Sí es cierto que las personas generalmente declaran que se encuentran en un estado de conciencia alterado y que sí saben lo que hacen pero no dan importancia a los daños personales y materiales que puedan causar. No les importan las pérdidas  humanas o ecológicas que puedan ocasionar, pero estas pérdidas no son la meta ni el fin instrumental del incendio. Recordemos que para que una persona pueda ser declarada responsable de un delito o infracción penal es necesario la culpabilidad (capacidad de la persona de comprender la ilicitud de un hecho y la capacidad de actuar de acuerdo a esa compresión). Por lo que el hecho de padecer una enfermedad mental grave o un trastorno mental transitorio que puedan afectar a la comprensión puede resultar favorable a la hora de que el hecho no sea considerado punible o actuar como eximente.  En el caso de la piromanía, al ser considerada como una anomalía de los instintos, no se exime de responsabilidad pero sí puede ser fundamento para la atenuación de la pena.

Otros trastornos de ese tipo son las ludopatías o juego patológico (incapacidad para controlarse en juegos de apuestas o loterías), trastorno explosivo intermitente (arrebatos recurrentes de violencia), tricotilomanía (arrancamiento del pelo de forma recurrente e irresistible)  y la cleptomanía (incapacidad para controlar el deseo de hurtar cosas). 

lunes, 3 de abril de 2017

Introducción a los trastornos psicóticos

Se entiende por TRASTORNOS PSICÓTICOS un conjunto de trastornos que suponen una ruptura de la realidad de la persona con su entorno, producto de una disposición paragénica entre la que destaca una alteración en la bioqúimica cerebral. Podríamos definir la disposición paragénica como un conjunto de agentes etiológicos o etiopatogénicos que en combinación con otros agentes orgánicos y ambientales dan lugar en su interacción al origen del trastorno. Por otro lado, la alteración bioquímica cerebral sería una disfunción de los sistemas de neurotransmisión a nivel cerebral, de naturaleza genética o adquirida en todos los trastornos psicóticos.

Por otra parte, en psicopatología se puede realizar una división atendiendo a las estructuras mórdidas que diferenciaria los trastornos psicóticos de los trastornos neuróticos y de los trastornos de personalidad o psicopatías. Esta división puede ayudarnos más aún a entender si cabe los trastornos psicóticos y a diferenciarlos de otro tipo de patologías.
-  Los trastornos psicóticos se caracterizarían por una predisposición o alteración biológica. Son trastornos cualitativos (categoriales). Los síntomas son heterónimos (no pueden ser comprendidos psicológicamente desde la perspectiva de la normalidad). No hay consciencia de enfermedad y se produce una ruptura con la realidad.

- Los trastornos neuróticos se caracterizan por una predisposición biológica o ambiental. Son trastornos cuantitativos (dimensionales). Los síntomas son homónimos (comprendidos psicológicamente desde la perspectiva de la normalidad). Hay una conciencia de enfermedad y no se produce una ruptura con la realidad, aunque si puede haber interpretaciones incorrectas de la información que se esta procesando.

- Los trastornos de la personalidad y psicopatías se caracterizan por una predisposición biológica o ambiental. Son trastornos cuantitativos (dimensionales), presentes en mayor o menor medida en toda la población. Los síntomas son homónimos como en los trastornos neuróticos y pueden ser comprendidos desde la perspectiva de lo normal. No hay conciencia de enfermedad y no se produce la ruptura con la realidad.

CLASIFICACIÓN DE LOS TRASTORNOS PSICÓTICOS: a continuación vamos a enumerar los trastornos psicóticos y una breve explicación de los mismos, aunque algunos como la esquizofrenia merecen un análisis más detallado y en profundidad.
- Esquizofrenia: alteración persistente que dura por lo menos 6 meses, uno de ellos con presencia de síntomas activos o floridos (ideas delirantes, alucinaciones, lenguaje y comportamiento desorganizado) y síntomas negativos (que hacen referencia sobre todo al comportamiento social o afectivo).

- Trastorno esquizofreniforme: presentación sintomática equivalente a la esquizofrenia, pero de duración inferior y con ausencia de deterioro funcional del paciente.

- Trastorno esquizoafectivo: alteración en la que se presentan simultanéamente un episodio afectivo y los síntomas activos de la esquizofrenia, estando precedida o seguida por ideas delirantes o alucinaciones sin síntomas importantes de alteración del estado de ánimo.

- Trastorno delirante o paranoide: presencia de ideas delirantes no extrañas durante un mes, sin otros síntomas de la fase activa de la esquizofrenia.

- Trastornos psicóticos agudos o breves: alteración psicótica que remite antes de un mes.

- Trastornos psicóticos inducidos por sustancias: aquel trastorno psicótico producido por el uso/abuso de una sustancia y cuya sintomatología psicótica es consecuencia fisiológica de la droga de abuso, una medicación o una exposición a un tóxico.

- Trastornos psicóticos producidos por una enfermedad: aquellos síntomas psicóticos producidos como consecuencia fisiológica directa de la enfermedad médica (por ejemplo, un traumatismo craneoencefálico).

- Trastorno psicótico compartido (folie à deux) : alteración que se desarrolla en un sujeto que está influenciado por alguien que presenta un trastorno delirante. También es conocido como trastorno delirante compartido o "locura a dos". Es la única excepción al hecho de que los trastornos psicoticos tienen una predisposición psicológica y no hay alteración o déficit neuroquímico. Si bien ya no consta en el actual sistema de clasificación DSM-5, nos parece importante continuar mencionandolo aquí.

viernes, 31 de marzo de 2017

Asesinos múltiples

"Ya no consigo controlarme. Sé que voy a matar otra vez"Ed Kemper, asesino múltiple.

Siendo el tema de los "asesinos múltiples" uno de los que despiertan quizás mayor curiosidad, no podíamos dejarlo pasar en nuestro blog, por lo menos una primera aproximación al concepto y su tipología. Si bien queda claro que un asesino múltiple es aquel que mata varias personas, se puede realizar una clasificación interna diferenciando tres tipos de asesinos (Crime Classification Manual, 2006): asesino en masa, asesino itinerante y asesino en serie.

- ASESINO EN MASA (MASS KILLER):
Este tipo de asesinos son los que matan a varias personas (cuatro o más víctimas) en la misma acción temporal y en un mismo lugar, es una única escena del crimen. Generalmente suelen terminar suicidándose o abatidos por las fuerzas y cuerpos de seguridad.

- ASESINO EN SERIE (SERIAL KILLER):
Lo que diferencia a este tipo de asesino de otros asesinos múltiples es que entre una víctima y otra debe darse un período de tiempo o período de enfriamiento (puede ser días, meses o incluso años). Durante este período cesa la actividad homicida, o bien porque el asesino esta regocijándose de su crimen anterior o bien porque no siente la necesidad de matar nuevamente. Nos encontramos mínimo con tres o más víctimas y siempre con más de un lugar y diferentes escenas del crimen.

En el caso de los asesinos en serie, aunque lo sean potencialmente, hay varias causas que podrían excluirle de dicho término: que no haya culminado el número mínimo de asesinatos para ser considerado múltiple, por falta de otras víctimas o por captura en el período de enfriamiento; que su segunda víctima se haya quedado en tentativa o resultados distintos de la muerte; que tras el primer crimen el agresor muera o cese su actividad. En este punto se tendrán en cuenta otras características como el modus operandi o cuestiones victimológicas.

Respecto a la lista negra de asesinos en serie en España se puede incluir, entre otros, a:
Juan Díaz de Garayo, conocido como "El sacamantecas", con 6 asesinatos entre 1870 y 1879, que estrangulaba a sus víctimas y les abría el vientre. Fue ahorcado en 1881. 
- "El arropiero", Manuel Delgado Villegas, que llegó a confesar 48 asesinatos entre 1964 y 1971 con un golpe en la laringe, aunque la policía únicamente llego a investigar 22 casos y probar su participación en 8 de ellos. Tras su paso por varios centros psiquiátricos murió en febrero de 1988.
- "El mataviejas", José Antonio Rodríguez Vega, que abusó sexualmente y asesinó a 16 ancianas en Cantabria entre febrero de 1987 y abril de 1988. Murió apuñalado en el 2002 en la cárcel de Topas (Salamanca).
- "El mendigo asesino", Francisco García Escalero, diagnosticado de esquizofrenia paranoide, alcoholismo crónico y trastorno de la inclinación suexual (incluida necrofilia) y con 13 asesinatos confesados. Degollaba a sus víctimas, la mayoría mendigos, entre 1987 y 1993. 
- "El asesino de la Baraja", Alfredo Galán Sotillos, ex militar condenado por 6 asesinatos y 3 tentativas con arma de fuego. Firmaba sus crímenes dejando una carta a los pies de sus víctimas.
- "El celador de Olot", Joan Vilas, que cometió, en 2009 y 2010, el asesinato de, por lo menos, 11 ancianos de la residencia geríatrica donde trabajaba suministrándoles lejía, sobredosis de insulina o medicamentos. Según su propia versión de los hechos "se creía Dios" y pretendía "liberar a los ancianos de su sufrimiento".

En nuestras crónicas negras figuran más nombres como Margarita Sánchez Gutiérrez, conocida como "La viuda negra"; Joaquín Ferrandiz Ventura, asesino de prostitutas; Encarnación Jiménez Moreno, que desvalijó a 20 ancianas y acabó con la vida de dos; Remedios Sánchez Sánchez "La Reme", condenada por el asesinato de 3 ancianas; Gilbert Chamba Jaramillo, "El Monstruo de Machala", Volker Eckert, "El camionero asesino"; Gustavo Romero Tercero, "El asesino de Valdepeñas"; José Ignacio Orduña "El asesino de Lessps"; y Tony Alexander King.


- ASESINO ITINERANTE O FRENÉTICO (SPREE KILLER):
Mata a varias víctimas (tres o más) de manera consecutiva y en distintos lugares (diferentes escenas del crimen), con ausencia de período de enfriamiento. La movilidad geográfica no suele ser muy elevada y en su recorrido puede encontrar nuevas víctimas que se encuentran en el lugar y momento equivocado. La ruta a seguir ha sido previamente planificada, pero la puede dejar abierta en función de la sucesión de los acontecimientos y de las posibles agresiones durante el trayecto. Al igual que el asesino en masa suelen terminar suicidándose o abatidos por las fuerzas y cuerpos de seguridad.

Quedan excluidos de esta clasificación tanto los terroristas como los sicarios, que si bien cumplen las condiciones de asesinos múltiples, por lo general no toman la decisión de matar ni eligen a sus víctimas, siendo decisión de otros o de estructuras jerárquicas superiores. 

Posterior a esta clasificación, es común entre los profesionales que trabajan el delito, atender al "modus operandi", entendiendo que el asesino, a su vez, puede ser: 
- Organizado: equivalente al psicópata o a una persona con un trastorno de la personalidad grave que altera su conducta pero puede no tener antecedentes psiquiátricos ni delirios. Son personas muy inteligentes, con una autoestima elevada y probablemente se encuentran perfectamente adaptados en la sociedad, aunque son poco sociables e incapaces de sentir empatía, planifican metódicamente sus crímenes, por lo que pueden tardar meses o años en ejecutarlos, actúan solos o acompañados de un cómplice, dialoga con la víctima, practican torturas ante-mortem, utilizan el arma que llevan consigo, practican el dominio de la víctima, no dejan muchas evidencias, esconden el cadáver, se esconden de la policía y siguen la investigación del crimen en los medios de comunicación. Son penalmente más imputables.

- Desorganizado: equivalente al psicótico o a una persona con antecedentes psiquiátricos tipo paranoide o delirante. No son tan inteligentes, se caracterizan por un bajo nivel intelectual y padecen desequilibrios mentales y baja autoestima, estan socialmente inadaptados, son solitarios e impulsivos a la hora de cometer sus crímenes. Improvisan sus actos sobre la marcha, suelen vivir cerca del lugar del crimen, actúan solos, no dialogan con la víctima, ejercen mucha violencia y tortura post-mortem, utilizan lo primero que encuentra para cometer el asesinato, el lugar del crímen presenta bastantes indicios, deja el cadáver a la vista, se denuncia o se deja arrestar fácilmente y, finalmente, no se interesa por los medios de comunicación. Penalmente más inimputables.

- Mixto: combinación de ambos. Siendo quizás el ejemplo más claro Ted Bundy, que podía ser un asesino perfectamente metódico y organizado como desorganizado, dejando la escena llena de indicios y huellas.

viernes, 27 de enero de 2017

Cleptomanía

La cleptomanía es la necesidad imperiosa e irrefrenable de robar objetos y apropiarse de manera repetitiva de cosas ajenas, generalmente de poco valor y no necesarias. A la persona que siente tal necesidad se le denomina cleptómano o cleptomaníaco y no tiene como finalidad el enriquecimiento personal ni el perjuicio de la persona robada. El cleptómano experimenta sensación de placer o gratificación durante el robo y, posiblemente, después del robo sentimientos de culpa, vergüenza o remordimientos. Comparte algunos de los síntomas con otro tipo de adicciones.

Es importante para entender qué es la cleptomanía tener claro el concepto de impulso y los tipos de trastornos relacionados con su control. El impulso es definido como "el deseo o motivo afectivo que induce a hacer algo de manera súbita, sin reflexionar" y cabe destacar de entre sus características las siguientes:
- La inmediatez entre el estímulo desencadenante de una conducta y la aparición de la misma.
- La ausencia de reflexión y de planificación previos al desarrollo de la conducta impulsiva.
- La ausencia de eficacia adaptativa de la conducta impulsiva en relación con el medio en el que vive el sujeto que la desarrolla.
- El componente emocional que acompaña a todo acto impulsivo.

Dentro de los trastornos del control de los impulsos se podrían diferenciar dos grupos: el de aquellos en que la impulsividad es resultado de la imposibilidad de inhibir la conducta y el de aquellos en que la impulsividad se caracteriza por la imposibilidad para resistir el impulso. Dentro de este segundo grupo encontrariamos trastornos como la cleptomanía, el juego patológico o ludopatía, la tricotilomanía (tendencia a arrancarse pelo) o la compra patológica entre otros.

La cleptomanía, según la clasificación DSM-V se incluye dentro de los trastornos disruptivos del control de los impulsos y de la conducta caracterizado por un potente impulso de robar objetos innecesarios e incluso que carecen de valor, una sensación de tensión creciente que conduce al robo y a satisfacer la necesidad cuando se encuentra en lugar apropiado para ello, pensamientos recurrentes e intrusivos que le incitan a cometer el robo e impotencia a resistirse a los impulsos; todo ello sin premeditación ni planificación previa. 

Criterios diagnósticos de la CLEPTOMANÍA 312.32 (F63.2):
A. Fracaso recurrente para resistir el impulso de robar objetos que no son necesarios para uso personal ni por su valor monetario.

B. Aumento de la sensación de tensión inmediatamente antes de cometer el robo.

C. El robo no se comete por expresar rabia ni venganza, ni en respuesta a un delirio o una alucinación.

D. El robo no se explica mejor por un trastorno de la condicta, un episodio maníaco o un trastorno de la personalidad antisocial

Como posibles causas de este trastorno se han barajado disfunciones de la neurotransmisión (disminución de la concentración de un metabolito de la serotonina o liberación de dopamina que provoca sensaciones placenteras si tenemos en cuenta que la cleptomanía puede estar relacionada con otros trastornos adictivos), hipotesis evolucionistas (plantean la existencia de líneas genéticas que se transmiten generacionalmente con mayor incidencia de patrones de conducta impulsiva) y disfunciones de áreas cerebrales (núcleo accumbens, región basolateral de la amígdala o corteza prefrontal entre otras). 

Serían factores de riesgo a tener en cuenta los antecedentes familiares, otros trastornos mentales, un traumatismo craneal o las lesiones cerebrales. Teniendo en cuenta que la cleptomanía es un trastorno del espectro del control de los impulsos y las características que comparte con la adicciones, podemos encontrar comorbilidad con trastornos por abuso de sustancias, trastornos como la anorexia o bulimia, alcoholismo, trastornos ansiosos o depresivos o trastornos obsesivo-compulsivos. Finalmente se ha de señalar que es un trastorno que es más frecuente entre la población femenina que entre la masculina.