viernes, 15 de mayo de 2015

Trastorno por estrés postraumático (TEPT) III: Estrategias de afrontamiento.

Estrategias de afrontamiento positivas: son aquellas que nos van a ayudar en la superación del suceso traumático.
- Aceptación del hecho y resignación.
- Experiencia compartida del dolor y de la pena.
- Reorganización del sistema familiar y de la vida cotidiana.
- Reintepretación positiva del suceso (hasta donde sea posible).
- Establecimiento de nuevas metas y relaciones.
- Búsqueda de apoyo social.
- Implicación en grupos de autoayuda o en ONGs.

Estrategias de afrontamiento negativas: son aquellas que nos van a dificultar la superación del suceso traumático.
- Anclaje en los recuerdos y planteamiento de preguntas sin respuesta.
- Sentimientos de culpa.
- Emociones negativas de odio o de venganza.
- Aislamiento social.
- Implicación en procesos judiciales, sobre todo cuando la víctima se implica voluntariamente en ellos.
- Consumo excesivo de alcohol y drogas.
- Abuso de fármacos.

Hay personalidades que son "resistentes" al estrés y presentan cierto tipo de características que les hacen más resistentes a sufrir un trastorno por estrés postraumático:
- Control de las emociones y valoración positiva de uno mismo.
- Estilo de vida equilibrado.
- Apoyo social y participación en actividades sociales.
- Implicación activa en el proyecto de vida (profesión, familia, actividades de voluntariado, etc).
- Afrontamiento de las dificultades cotidianas.
- Aficiones gratificantes.
- Sentido del humor.
- Actitud postiva ante la vida.
- Aceptación de las limitaciones personales.
- Vida espiritual.

viernes, 8 de mayo de 2015

Trastorno por estrés postraumático (TEPT) II: Incidencia en la infancia.

Respecto al caso particular del trastorno por estrés postraumático en menores, la intensidad de las consecuencias psicológicas va a depender fundamentalmente de la figura del agresor, la etapa evolutiva en que se encuentre el niño (cuanto más pequeños más graves suelen ser los síntomas sufridos, porque es menor la percepción de control que tienen sobre su propia vida), las reacciones anteriores ante pérdidas y separaciones, el comportamiento de las personas que le rodean o el tipo de familia (los niños son más vulnerables si viven en un ambiente desestructurado). 

En la infancia tenemos que tener en cuenta que muchos niños no expresan sus pensamientos y emociones verbalmente sino a través de su comportamiento. Los más pequeños lo expresan de manera más global: conductas de retraimiento, dificultades de aprendizaje, conductas regresivas y pérdida de algunas habilidades. Es muy común que aparezca la ansiedad de separación, que se traduce en una dependencia exagerada. A partir de los 8 años, por lo general, los niños ya pueden expresar verbalmente y aportar una cronología fidedigna de los acontecimientos.

En el caso de menores podemos encontrar sintomatología muy variada: alteraciones del sueño, cambios en los hábitos de alimentación, culpa y vergüenza, sobresaltos, disminución de la autoestima, síntomas físicos (náuseas, dolores abdominales), comportamientos regresivos, ansiedad, tristeza, malestar emocional (dificultades de adaptación a la vida cotidiana).

Las niñas suelen manifestar más síntomas ansiosos y depresión. Los niños,  más trastornos de conducta. En ambos casos se suele traducir en una inadaptación escolar.

Los síntomas comienzan a mejorar cuando el niño recibe explicaciones claras por parte de los padres y se encuentra bien apoyado emocionalmente por ellos. La atmósfera de apoyo, comunicaión y serenidad contribuye a la recuperación psicológica del menor, que se basa en la sensación de autonomía y la capacidad de ejercer autocontrol sobre sí mismo y sobre el medio que le rodea.

En la adolescencia pueden aparecer cambios radicales en su comportamiento y son frecuentes las actitudes de escape. Lo que predice una peor evolución hacia la vida adulta es la exposición prolongada a los estímulos traumáticos.

Distinción entre vergüenza y culpa:
- Vergüenza: se caracteriza por una autodescalificación global, es emoción debastadora, la preocupación prioritaritaria es el malestar emocional, produce aislamiento social y depresión como consecuencia.

- Culpa: se caracteriza por una autocrítica de la conducta concreta, es una emoción menos devastadora, la preocupación prioritaria es el dolor por el daño hecho, produce facilitación de la empatía (ponerse en el lugar del otro) e intentos de reparación.

Es importante ayudar al menor a gestionar el sentimiento de culpa. De no ser así, la no superación produce acciones negativas, como sería la mala conciencia a nivel cognitivo o el remordimiento a nivel afectivo. Para la superación de este sentimiento de necesitaría o un arrepentimiento (solicitud de perdón) o la reparación del daño (directa, altruista o indirecta).



viernes, 1 de mayo de 2015

Trastorno por estrés postraumático (TEPT) I

Para entender este trastorno hemos de partir de la base de qué se considera un SUCESO TRAUMÁTICO. Se entiende por suceso traumático cualquier acontecimiento negativo intenso que surge de forma brusca, que resulta inesperado e incontrolable y que puede poner en peligro la integridad física o psicológica de una persona que se muestra incapaz de afrontarlo. Este tipo de suceso no forma parte de las experiencias humanas habituales y produce un gran impacto psicológico, que va a depender fundamentalmente de dos factores: la intensidad del hecho y la ausencia de respuestas psicológicas adecuadas para encararlo.

A raíz de este suceso traumático podremos hablar de TRAUMA, como aquella reacción psicológica derivada de dicho suceso. Cualquier acontecimiento de este tipo altera el sentimiento de seguridad de la persona en sí misma y en los demás. El elemento clave es la pérdida de la confianza básica.

Dentro de los sucesos traumáticos más habituales podemos distinguir entre los intencionados (agresiones sexuales en la vida adulta, relación de pareja violenta, terrorismo, secuestro y tortura, muerte violenta de un hijo, abuso sexual en la infancia, maltrato infantil, etc.) y los no intencionados (accidentes, catástrofes naturales).

Fases habituales en el daño psicológico:
1) Reacción de sobrecogimiento: abatimiento general, pobreza de respuestas, lentitud, ausencia de reacción.
2) Vivencias afectivas dramáticas: dependen de cómo se elaboren y de las características de personalidad de cada individuo (dolor, indignación, ira, culpa, miedo).
3) Tendencia a revivir intensamente el suceso, de forma espontánea o con algún estímulo desencadenante (olor, sabor, objeto, etc). Se produce una re-experimentación de hecho o suceso traumático en forma de recuerdos repetitivos e intrusivos (imágenes, pensamientos o percepciones), flashbacks, pesadillas recurrentes, malestar psicológico intenso al tener exposición con estímuos relacionados (que pueden ser de cualquier forma o tipo sensorial, como ya hemos comentado anteriormente) y respuestas fisiológicas congruentes con los estímulos.

A través de esas tres fases del daño psicológico pueden generarse, por una parte, SECUELAS PSÍQUICAS, que se traducen en alteraciones adaptativas: a nivel cognitivo (confusión, dificultades para tomar decisiones, indefensión, falta de control), a nivel psicofisiológico (sobresaltos continuos, alteraciones del sueño, dificultad de concentración, irritabilidad, episodios de cólera) y a nivel conductual (apatía y dificultad para reestablecer la rutina). Por otra parte podemos encontrar SECUELAS EMOCIONALES: la estabilización del daño psicológico produce una discapacidad permanenente que puede no remitir con el paso del tiempo, se puede producir una modificación permanente de la personalidad con aparición de rasgos nuevos (suspicacia, dependencia emocional), que se mantienen durante al menos dos años y pueden llevar a un deterioro de las relaciones interpersonales y a una falta de rendimiento en la actividad laboral.

Factores de vulnerabilidad:
Las personas reaccionan de manera distinta porque los acontecimientos les afectan en distinta medida. Por lo general, la mayoría de la población ha vivido experiencias traumáticas en mayor o menor medida (pérdida de algún familiar, enfermedad grave propia o de alguien cercano, etc.), pero no todo el mundo que sufre un suceso traumático o un estrés agudo es vulnerable de padecer un Trastorno por estrés postraumático (un alto porcentaje de los adultos se recuperan sin secuelas de un acontecimiento traumático). La mayor o menor repercusión psicológica dependerá de su vulnerabilidad, que se verá afectada por factores de tipo psicológico (baja autoestima, desequilibrio emocional, fragilidad emocional previa, escasa capacidad de adaptación a los cambios, sensación de fatalismo) y factores de tipo psicosocial (apoyo social insuficiente, escasa implicación en las relaciones sociales, falta de apoyo institucional). Si bien, si que hay que señalar que es más frecuente su aparición es más frecuente en mujeres.

Teniendo en cuenta todos estos factores podemos concluir que el daño psicológico depende de: la intensidad o duración del acontecimiento, de la percepción del suceso (variables psicológicas), del carácter inesperado del acontecimiento, de la fragilidad de la víctima y de la concurrencia de otros problemas. 



viernes, 27 de marzo de 2015

Ejercicios para mejorar la autoestima

Creo que es importante para empezar el post explicar qué es la AUTOESTIMA: es la valoración que todos tenemos de nosotros mismos. Supone la aceptación interna de una persona como tal (lo que no implica un mero ejercicio de resignación). La seguridad que uno tiene en sí mismo deriva del sentimiento gratificante que procede de conseguir los objetivos que se propone y se potencia con los diferentes logros que se hayan podido obtener.

Hay unas reglas de oro en relación con la autoestima:
- TOLERAR LOS FRACASOS: en la vida de cada persona existen tantos fracasos como éxitos. Desgraciadamente no siempre se gana (si no, la vida sería un poco aburrida). Es imposible tener éxito en todas las actividades o en todas las facetas de la persona (y si alguien te dice que lo tiene: miente!).

- ACEPTAR LOS ERRORES: todas las personas cometen errores, es algo inevitable. La diferencia entre unas personas y otras estriba en como se asumen esos errores, hay personas que eligen aprender de sus errores del pasado para vivir mejor en el futuro y personas que se amargan pensando en ellos una y otra vez. Es importante (incluso sano) tolerar un porcentaje de error en el desarrollo de la vida.

- PONERSE METAS ALCANZABLES: es básico plantearse metas concretas y que sean alcanzables a través de un esfuerzo razonable  (a estas alturas de la vida no podría plantearme crecer veinte centímetros más, porque no es algo posible y lo más probable es que termine tremendamente frustrada por no conseguirlo). Los objetivos imposibles e irreales son una fuente de frustración y de tristeza, por eso hay que olvidarse de lo imposible e ir a por lo posible. Tener éxito en pequeñas metas atrae nuevos éxitos. En cualquie caso, el éxito debe referirse a metas presentes y futuras (no al pasado), a la comparación de la personas consigo misma (no con los demás) y a los esfuerzos realizados (más que a los logros obtenidos).

- RELACIONARSE CON LOS DEMÁS: practicar una comunicación adecuada, comportarse asertivamente, no pisotear los derechos de los demás (ojo, ni dejar que otros pisoteen los de uno), fomentar el contacto social con personas agradables y alejarse (como de la peste) de las personas desagradables o negativas.

- CONTROLAR LAS EMOCIONES: ser dueño de las emociones (ira, ansiedad, tristeza, celos...) conduce a la persona a sentirse mejor con ella misma, así como a entenderse mejor con los demás.

- SOLUCIONAR SÓLO LO QUE PUEDE SOLUCIONARSE: abordar sólo los temas que se pueden solucionar. Los sucesis negativos que han ocurrido en el pasado ya no tienen solución. Lo que ahora se puede hacer es modificar el presente y trabajar para tener un futuro mejor.

- ATENDER A LO POSITIVO DE UNO MISMO: recrearse recordando cualidades, habilidades, conocimientos, experiencia, etc. de uno mismo. así como buenos momentos vividos (por ejemplo, anotar cada día 3 cosas buenas que te hayan ocurrido o te hayan hecho sonreir: una felicitación de tu jefe, el encuentro con un viejo amigo, una llamada...).

- NO ESTAR COMPARÁNDOSE CONSTANTEMENTE CON LOS DEMÁS: ser siempre uno mismo y aceptarse tanto con las cualidades como con los defectos. Compararse con uno mismo, es decir, con los logros conseguidos con el esfuerzo personal.

- REALIZAR ACTIVIDADES AGRADABLES: divertirse sanamente, sin excesos contraproducentes para la salud (abuso de alcohol, conductas sexuales de riesgo...). Combinar las obligaciones (trabajo, ocupaciones familiares) con el disfrute de los ratos de ocio (estar con amigos, hacer deporte, practicar aficiones).

- MIMARSE A UNO MISMO: a veces estamos tan volcados en el entorno que no nos paramos a querernos a nosotros mismos y a cuidar nuestro autoconcepto y autovaloración de los aspectos positivos y negativos más significativos en relación con las distintas áreas de autoestima (apariencia física, capacidad intelectual, forma de ser, salud, aceptación social, sexualidad, rendimiento profesional, estatus socioeconómico, ejecución de tareas cotidianas y éxito en la vida).

viernes, 20 de marzo de 2015

La tercera edad y los problemas de memoria

Vamos a empezar el post desmontando mitos... los olvidos y los problemas de memoria no son algo exclusivo del proceso de envejecimiento ni siempre se producen como resultado del mismo. A veces la edad es un factor importante a tener en cuenta en los fallos continuados de memoria, pero en los procesos de memoria influyen también otras variables personales (nivel de autoexigencia, estado físico general, ausencia de enfermedad, estado anímico, ejercicio, alimentación equilibrada y adaptada a la edad) y ambientales (jubilación, pérdida de un ser querido, enfermedades mentales como ansiedad o depresión, disminución de estimulación por menores exigencias del medio, estrés, uso de herramientas que nos facilitan la vida y nos enlentecen la mente, como móviles, calculadoras, agendas...).


Por otra parte, hay ciertas variables que también debemos tener en cuenta, como serían las diferencias individuales (dos personas con la misma edad y nivel cultural pueden presentar un funcionamiento mental distinto); personas de edad muy avanzada siguen desarrollando un trabajo impecable (actores, escritores, profesores); y está comprobado que personas mayores que realizan un programa de intervención cognitiva mejoran tanto objetiva como subjetivamente. Además, debemos tener en cuenta que no siempre nuestros fallos de memoria se deben a la memoria propiamente dicha. La memoria no se encuentra ubicada en un sitio único del cerebro, sino que más bien es el resultado del funcionamiento conjunto de múltiples estructuras cerebrales (estímulo, percepción y memoria sensorial, memoria a corto plazo o inmediata, memoria a largo plazo, atención, selección y codificación, almacenamiento, memoria de trabajo, recuperación de la información almacenada, localización o huella mnésica y decodificación de la información, etc). En resumen, no todos los olvidos son iguales ni siempre son fallos ocasionados por un deterioro o un déficit de la memoria. Si, por ejemplo, no recuerdo el nombre de una persona que me acaban de presentar, no necesariamente estaríamos hablando de un fallo de memoria o de recuperación de la información, podría deberse a un fallo de atención o a un fallo en la codificación y almacenamiento de esa información. O incluso, la pérdida de objetos como gafas, móvil o llaves puede tener su causa principal en la falta de atención al tratarse de una tarea o una conducta automatizada: llego a casa hablando por el móvil (conducta automátizada), me quito el abrigo y dejo el bolso y las llaves, a la vez saludo al entrar y en algún momento suelto el móvil; si conincide que lo he dejado donde siempre, estupendo, ¿y si no?...


Es por ello que los programas de estimulación cognitiva no solo están basados en la memoria, sino en otras facetas importantes:
- Memoria: capacidad de adquirir, conservar y restituir informaciones. Ejercicios como listado de frutas, que me llevaria en la maleta si me fuera a la playa en verano, leer un listado de palabras e intentar recordarlas, repetición de series.
- Atención: focalización sobre una acción u objeto particular. Se puede trabajar en dibujos de unir puntos, sopas de letras, búsqueda de un dibujo repetido.
- Orientación: en espacio, tiempo y persona y el conocimiento que se tiene de ellas. Se trabajaría con los días de la semana, meses del año, saber la fecha y la hora, dibujar el plano de su casa.
- Gnosia: conocimiento del mundo y de sus objetos a partir de las experiencias sensoriales. Por ejemplo, marcando un número de teléfono o expresando cosas a traves de mímica.
- Cálculo: operaciones o series de operaciones que en un principio se refieren a números. Se trabaja a traves de sumas, restas, localización de secuencias de números.
- Lenguaje: capacidad del ser humano de utilizar un sistema de signos verbales para comunicarse con su entorno y representarse el mundo. Ejemplos de ejercicios serían listas de palabras que empiecen por "ca", ordenar frases, denominación de objetos y sus funciones.
- Funciones ejecutivas: ejercicios de conservación de la lectura y escritura, razonamiento verbal, preservación del esquema corporal.
- Praxias: son las habilidades motoras adquiridas. Realizar dibujos, bien copiando de un modelo o bien de forma libre.
- Razonamiento: capacidad del individuo de dirigir intencionadamente el pensamiento para, a través de unas premisas, llegar a una conclusión plausible y coherente. Mejora con ejercicios que trabajen la capacidad de clasificar características de los objetos entre otros.


Existen escalas que permiten medir el deterioro de la persona y determinar si sus quejas son parte del deterioro propio del envejecimiento o asociado a una patología concreta. No obstante estas evaluaciones siempre deben realizarse por un profesional cualificado (neuropsicólogo) que planteará el programa de intervención adecuado a las necesidades y a las funciones cognitivas que se mantienen y su grado de conservación.



ESCALA DE DETERIORO GLOBAL:

GDS 1
Sin deterioro cognitivo/Normalidad.

• No hay quejas subjetivas de pérdida de memoria.
• No se objetivan déficit de memoria en la entrevista clínica.
GDS 2
Deterioro cognitivo muy leve/Olvido benigno senil.

• Hay quejas subjetivas de pérdida de memoria, más frecuentemente en las siguientes áreas:
a) Olvidos del lugar donde ha dejado objetos familiares.
b) Olvido de nombres familiares.
• No hay evidencia objetiva de déficit de memoria en la entrevista clínica.
• No hay déficit objetivo en el trabajo ni en situaciones sociales.
• Actitud apropiada respecto a su sintomatología.
GDS 3
Deterioro cognitivo leve/Compatible con enfermedad de Alzheimer incipiente.

• Primeros déficit claros. Manifestaciones en más de una de las siguientes áreas:
a) Se suele perder cuando viaja a lugares no conocidos.
b) Se evidencia su bajo rendimiento laboral.
c) Se hace evidente la pérdida de palabras y nombres.
d) Retiene relativamente poco material cuando lee un párrafo de un libro.
e) Demuestra una disminución en el recuerdo de nombres de personas que acaba de conocer.
f) Pierde o extravía objetos de valor.
g) En la exploración clínica se puede evidenciar un déficit de concentración.
• Evidencia objetiva de déficit de memoria que se pone de manifiesto en una entrevista exhaustiva.
• Disminución del rendimiento en las áreas laboral y social.
• Empieza a negar los déficit.
• Estos síntomas van acompañados de ansiedad leve o moderada.
GDS 4
Deterioro cognitivo moderado/Demencia leve.

• Déficit evidentes al realizar una cuidadosa historia clínica. Los déficit son manifiestos en las siguientes áreas:
a) Disminución en el conocimiento de acontecimientos actuales y recientes.
b) Puede presentar algún déficit en el recuerdo de su historia personal.
c) Déficit en la concentración, que se hace evidente en la sustracción de series.
d) Disminución en la capacidad para viajar, manejar las finanzas, etc.
• No suele haber déficit en las siguientes áreas:
a) Orientación en tiempo y persona.
b) Reconocimiento de personas y caras familiares.
c) Capacidad para desplazarse a lugares conocidos.
• Incapacidad para realizar tareas complejas.
• La negación es el principal mecanismo de defensa.
• La respuesta afectiva se aplana y el individuo se retrae ante situaciones de mayor exigencia.
GDS 5
Deterioro cognitivo moderadamente grave/Demencia moderada.

• El paciente ya no puede pasar sin algún tipo de ayuda.
• El paciente es incapaz de recordar detalles relevantes de su vida actual, por ejemplo su dirección o número de teléfono que tiene desde hace años, los nombres de parientes cercanos (p.ej. sus nietos), de su escuela, colegio, instituto o universidad en que se graduó.
• A menudo presenta desorientación temporal (fecha, día de la semana, estación…) o de lugar.
• Una persona con educación formal puede tener dificultad al contar hacia atrás desde 40 de 4 en 4 o desde 20 de 2 en 2.
• Las personas en este estadio se acuerdan de muchos datos importantes referentes a ellos mismos y a los demás.
• Invariablemente saben su propio nombre y el de su esposa e hijos.
• No requiere ayuda para el aseo ni para comer, pero puede tener alguna dificultad en elegir qué ropa ponerse.
GDS 6
Deterioro cognitivo grave/Demencia moderadamente grave.

• Puede olvidarse ocasionalmente del nombre de su esposo/a, de quien depende del todo.
• No será consciente de acontecimientos y experiencias recientes.
• Retiene algún recuerdo de su vida pasada, pero es poco preciso.
• Generalmente, no es consciente de su entorno, ni en el tiempo ni en el espacio.
• Tiene dificultad en contar de 10 hacia atrás y, a veces hacia delante.
• Requerirá asistencia en las actividades de la vida diaria, por ejemplo puede ser incontinente, precisará ayuda para desplazarse, pero ocasionalmente mostrará capacidad para trasladarse a lugares conocidos.
• Frecuente alteración del ritmo diurno.
• Con frecuencia distingue a las personas conocidas de las desconocidas.
• Casi siempre recuerda su propio nombre.
• Aparecen cambios emocionales y de la personalidad. Éstos son bastante variables e incluyen:
a) Conductas delirantes, como por ejemplo, los pacientes acusan a su esposo/a de ser un impostor, hablan con figuras imaginarias de su entorno, o con su propio reflejo en el espejo.
b) Síntomas obsesivos, como por ejemplo, la persona continuamente repite sencillas actividades de limpieza.
c) Síntomas de ansiedad, agitación e incluso de conducta violenta que no existía hasta entonces.
d) Abulia cognitiva, como por ejemplo, pérdida de fuerza de voluntad por no poder mantener la intencionalidad el tiempo suficiente para determinar cómo convertirla en acción.
GDS 7
Deterioro cognitivo muy severo/Demencia grave.

• En el curso de este estadio se perderán todas las habilidades verbales. Al principio de este estadio verbalizará palabras y frases muy concretas. Al final, no hay lenguaje sólo gruñidos.
• Incontinencia urinaria. Requiere asistencia para el aseo y la alimentación.
• A medida que avanza el estadio se pierden las habilidades motoras básicas, por ejemplo la capacidad para andar.
• El cerebro ya no parece capaz de decir al cuerpo lo que debe hacer. Aparecen a menudo signos y síntomas neurológicos generalizados y corticales.

Fuente: Reisberg B y cols. (1982). Modificada por Tárraga L. (1999).

viernes, 6 de marzo de 2015

Sobre el mobbing

“El lugar de trabajo es el único campo de batalla que queda donde las personas se pueden matar unas a otras sin correr el riesgo de ser enjuiciadas”. Heinz Leymann.

Afortunadamente no es exactamente así, y cada vez menos. De hecho, podemos calificar el acoso psicológico en el lugar de trabajo de fenómeno emergente, probablemente no en el sentido de que cada vez se practique más, sino porque cada vez este tipo de agresiones se denuncian con más facilidad, salen más a la luz y esto ha llevado a que se trate de ellas con insistencia en los medios de comunicación de masas, desgraciadamente no siempre con el rigor que sería de desear.

Ciertamente, con las estadísticas en la mano, se ha de reconocer que éste es un fenómeno frecuente. Según la III Encuesta Europea sobre Condiciones de Trabajo en los países de la Unión, publicada por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), un 9% de los trabajadores del viejo continente han sido víctimas de mobbing o “acoso psicológico en el trabajo”. Es decir, se han visto perjudicadas por él un total de 13 millones de personas. En España el porcentaje es algo menor. Se sitúa sólo en torno al 5%, pero ello no debe servir de mucho consuelo. Ni a nivel personal, porque significa que aún un gran número de seres humanos están viendo sus vidas afectadas por conflictos generados en el lugar del que obtienen su sustento; ni a nivel socio-económico, porque cuesta a la sociedad un importante montante de recursos que podía dedicarse a mejorar la vida de todos sus integrantes. En el caso de nuestro país, se calcula que el acoso laboral cuesta más de 90 millones de euros.

Como definición inicial, podemos aceptar la enunciada por el magistrado don Ramón Giménez La Hoz en la I Jornada de Análisis Integral del Mobbing, celebrada en Gerona en noviembre de 2005. Para él, éste no consiste sino en la “presión laboral tendenciosa encaminada a la auto-eliminación de la víctima”.

Sin embargo, creemos conveniente perfilar un tanto los contornos de este fenómeno, fundamentalmente para evitar confusiones inducidas por el casi excesivo trato que se le ha dado en algunos medios. Es común, en el entorno laboral, tener roces o discusiones con algún compañero, superior o subordinado. No en vano pasamos en él gran parte de nuestro día. Pero, por mucho que nos puedan afectar o amargar, y aun en los casos en que esos choques se repitan de vez en cuando, estos incidentes no pueden hacerse caber en lo que se considera mobbing. Para que éste exista ha de haber, en ese ambiente, un agente que ejerza una presión psicológica intencionada, desmesurada e injustificada, de forma sistemática (al menos una vez por semana) y durante un tiempo prolongado (más de seis meses) sobre otra. Y ello, con el fin de hacer desaparecer a la víctima del entorno en que ambos trabajan, bien por traslado a otra sección o departamento, bien por despido.

Éste agente puede ser, por otra parte, unipersonal, (puede tratarse de un individuo que, por el motivo que sea, desee perjudicar a la víctima), o grupal (puede que un grupo de personas, incluso las instancias directivas del centro de trabajo, compartan una serie de intereses que le lleven a actuar contra otro empleado). Pero aun en el primer caso, es la intervención de grupos lo que da existencia al acoso laboral como tal. Es la colaboración o aceptación tácita de otros individuos del entorno laboral, cooperando activamente o dando cobertura con su pasividad a las iniciativas de ese agente agresor, lo que transforma lo que pudo haber sido un conflicto interpersonal en un caso de acoso en el trabajo. Y, del mismo modo, es tanto el comportamiento de ese grupo acosador como el del grupo de apoyo de la víctima lo que determinará el grado de destrucción que sufrirá ésta, que, como veremos, puede ser notable.

Se han distinguido, por otra parte, diversos tipos de acoso, en función, por una parte, de la dirección del mismo y, por otra, de los móviles que lo provocan y los objetivos que persigue. Desde el primer punto de vista, se distinguen el acoso horizontal, que se produce entre individuos situados a una misma altura dentro del esquema jerárquico del trabajo; y el acoso vertical, que es el que tiene lugar entre trabajadores de distinto rango dentro de esa estructura y que puede ser ascendente, cuando la víctima se encuentra por encima del acosador, o descendente cuando la víctima es un subordinado del agresor.

Desde la segunda perspectiva, la del objetivo del mobbig, se establece una clasificación en cuatro tipos: el perverso, que es el que se da, en todos los casos de acoso horizontal y suele tener por móvil la envidia, el deseo de ocupar el lugar del otro o de evitar la competencia; el  estratégico, que es el que tiende a proporcionar ciertos beneficios a la empresa por medios inmorales, por ejemplo, haciendo renunciar a ciertos trabajadores a sus puestos de trabajo para evitar pagar indemnizaciones; el de dirección, que puede tener por objetivos el deshacerse de un trabajador poco sumiso o forzar situaciones de explotación laboral; y el disciplinario, que tiene como fin desprenderse de individuos que pueden considerarse poco productivos por haber disfrutado de muchas bajas o sufrido enfermedades frecuentes.

No existe, por otra parte, un perfil definitorio de la víctima de mobbing, lo que equivale a decir que cualquiera podemos serlo. Sí se ha detectado, en cambio, una serie de rasgos presentes en la mayoría de ellas. Se puede decir que se trata, en general, de personas con un elevado nivel de ética, estrictas en el cumplimiento de sus obligaciones, autónomas, con iniciativa y populares entre sus compañeros.

Y lo que también están claras son las devastadoras consecuencias que el mobbing puede tener en quienes lo sufren. Afectan éstas a varios ámbitos de la persona. A nivel psicológico, producen en las víctimas estrés, ansiedad, descenso en su nivel de autoestima y depresión, circunstancias en las que es posible que caigan en alguna adicción e, incluso, que intenten acabar con su vida.

A nivel físico, se encuentran en las víctimas todos los inconvenientes asociados al estrés o los trastornos ansiosos o depresivos, incluida una mayor tendencia a padecer enfermedades a las que ya estaba predispuesta. Lo mismo podría decirse en lo referente a las relaciones de la víctima con su entorno, que se ven afectadas por los trastornos inducidos por el fenómeno del que nos ocupamos.
   
Un entorno que, por otra parte, debe desempeñar un papel importante en las intervenciones que se recomiendan en los casos de mobbing. Dada la gran cantidad de factores que se ven implicados en ellos, sería recomendable, para mitigar las consecuencias de estas agresiones, una actuación a un nivel amplio, sistémico, teniendo en cuenta lo que se ha denominado ontosistema, que se refiere al fuero interno de la víctima; pero también el microsistema, el entorno de la misma; el exosistema, que haría referencia a los sistemas y estructuras de soporte que le ofrece la sociedad; y el macrosistema, que hace referencia a la cultura, los valores y los principios políticos sobre los que se basa ese mismo entorno social.

En un paisaje en que el individuo adoptase una actitud pro-activa, no dejándose contagiar por la violencia que le rodea en el ámbito laboral; en que su entorno próximo no culpe a la víctima, como ocurre a veces; en que los sistemas sociales de apoyo lleguen a ella eficazmente; y en que la sociedad fomentase una cultura de la no violencia y aplicase políticas protectoras de los derechos, una resolución favorable del conflicto sería más probable.

En cuanto al tratamiento particularizado de la persona afectada, ha de dirigirse a conseguir tres objetivos básicos: que se auto convenza de que es inocente, de que no merece ser tratado así; su desactivación emocional, es decir hacerle capaz de mantener la calma necesaria y transmitir la convicción de la propia inocencia, lo que hará que el daño que le cause el maltrato sea menor; y conseguir que haga frente a las persona que le acosan, no de forma violenta, sino manteniendo una actitud asertiva, auto afirmativa y una respuesta organizada.

viernes, 27 de febrero de 2015

Sobre la fibromialgia


La fibromialgia consiste en un trastorno crónico que tiene como principal y definitorio síntoma el dolor. Un dolor que, aunque puede comenzar en una determinada región del cuerpo, tal como el cuello o los hombros, acaba, generalmente, afectando a todo él.

En concreto, se han establecido 18 zonas corporales en las que las personas con fibromialgia tienen especial sensibilidad (lo que se ha llamado “puntos hipersensibles”), distribuidos por el cuello, los hombros, la espalda, las caderas, los brazos y las piernas y en los que suelen sentir dolor al ser oprimidos. De hecho, se toma en consideración la posible existencia de una fibromialgia cuando, al aplicar una presión de cuatro kilogramos sobre dichos puntos, el paciente reporta dolor en 11 o más de ellos (técnica desarrollada por el American Collage of Rheumatology, 1990).

Estos dolores de la fibromialgia son descritos por los enfermos, de forma característica, como sensaciones de ardor, de punzada, rigidez o sensibilidad excesiva, aunque también es típico que su intensidad y atributos oscilen en función de la hora del día, la actividad física, el clima, las pautas del sueño o la fatiga y el estrés.

Pero no todo acaba ahí en la fibromialgia. Quienes la padecen también suelen presentar otra serie de síntomas como fatiga, dificultad para dormir, rigidez matutina, dolores de cabeza y migrañas, sensación de hormigueo o adormecimiento en las manos y los pies, irritación de garganta, falta de memoria o dificultad para concentrarse (“fibroneblina”), cambios repentinos de humor, estados generales de tristeza o decaimiento (un 25% de estos enfermos presentan depresión clínica), ansiedad, dolores abdominales y oscilaciones entre periodos de estreñimiento y diarrea (síndrome de colón irritable), espasmos e irritabilidad de la vejiga que podrían causar urgencia o frecuencia urinaria y, en el caso de las mujeres, periodos menstruales especialmente dolorosos. Hay que señalar, a este respecto, que la fibromialgia afecta más a los individuos de sexo femenino y que se les diagnostica, especialmente, a una edad madura, especialmente entre los 20 y los 50 años.

En cualquier caso, lo realmente desconcertante de esta enfermedad es que el enfermo no presenta alteraciones físicas en esos lugares que afirma dolorosos y sus pruebas clínicas o de laboratorio (análisis de sangre, radiografías…) resultan normales (a veces presentan dolores similares a los producidos por las enfermedades de las articulaciones, la artritis, por ejemplo, pero, a diferencia de ésta, la fibromialgia no produce inflamación). Algo que ha provocado que durante mucho tiempo su diagnosis resultase problemática y que, en ocasiones, quienes padecían esta dolencia fuesen vistos como simuladores o farsantes.

En la actualidad, en cambio, la enfermedad está plenamente reconocida, pero, aun así, el diagnóstico sigue siendo problemático. Es de carácter diferencial. Se establece en función de los síntomas del paciente y de su examen físico y por exclusión de otras patologías, como las de tipo reumático y neurológico (mielitis transversa, esclerosis múltiple, polineuropatías periféricas).

Las causas de esta enfermedad son desconocidas. La fibromialgia se ha relacionado con ciertos factores como el sometimiento del individuo a acontecimientos estresantes o traumáticos, que a veces determinan estados ansiosos o depresivos: separaciones matrimoniales, problemas con los hijos, pérdidas de empleo, fracasos profesionales, accidentes automovilísticos, prolongados padecimientos de salud... Ciertas enfermedades debilitantes se han relacionado, además, con la dolencia de que tratamos. Es el caso de la artritis reumatoidea, el lupus eritematoso sistémico, la espondilitis anquilosante o la artritis espinal, aunque éstas no parecen ser la causa de la dolencia, sino despertar una anomalía oculta en la regulación de la capacidad de respuesta a determinados estímulos dolorosos. En algunas ocasiones se ha manifestado, incluso, a partir de haber sufrido el individuo infecciones víricas o bacterianas (por ejemplo, la enfermedad de Lyme). Sin embargo, no se han podido establecer correlaciones bien definidas en ningún caso. Aunque parece que diferentes factores, por sí solos o en combinación con otros, podrían causar fibromialgia y que sí existe agravamiento en presencia de los señalados, en ocasiones surge de repente, por sí misma.

No obstante, en cualquier caso, existe mayor predisposición en mujeres que tienen un familiar con fibromialgia. Algo que se relaciona, según han demostrado diversas investigaciones, con el gen COMT y los que intervienen en los niveles de serotonina (neurotransmisor central que influye en cuestiones como el humor, la ansiedad, el sueño, el dolor, la temperatura corporal, las funciones endocrinas y las cognitivas del individuo) triptófano (sustancia esencial para la liberación de la serotonina y la regulación del impulso nervioso) y sustancia P (proteína de funciones aún un tanto misteriosas, pero que se localiza en zonas del cerebro involucradas en fenómenos como la depresión, la ansiedad o el estrés y participa de forma crucial en el procesamiento de estímulos de dolor). En muchos casos, los enfermos de fibromialgia presentan bajas tasas de serotonina  y triptófano y elevadas de sustancia P en el líquido cefalorraquídeo. También se ha hallado un bajo nivel de flujo sanguíneo a nivel de la región del tálamo del cerebro y anormalidades en la función de las citocinas.

Algunas teorías apuntan a que la génesis de la enfermedad se encuentra en las alteraciones en la arquitectura del sueño (polisomnografías que se caracterizan por un sueño fragmentado y disminución de las fases profundas del sueño), alteraciones en el funcionamiento del sistema nervioso autónomo y en fenómenos de procesamiento anormal del dolor. Las investigaciones han demostrado que la perturbación del sueño profundo altera muchas funciones críticas del cuerpo, como la percepción del dolor, así como la producción de las sustancias químicas necesarias para reparar el tejido muscular. En biopsias realizadas en músculos de pacientes diagnosticados de fibromialgia se han encontrado alteraciones ultraestructurales.

Otras teorías, en cambio, pretenden responder a lo nebuloso de la enfermedad y a la gran cantidad de factores que parecen influir en ella desde una perspectiva ampliamente integradora, combinando gran cantidad de aspectos: planteando relaciones entre los mecanismos sueño-vigilia (alteraciones del ritmo circadiano), el funcionamiento del eje hipotálamo-hipófisis-adrenal, el de los centros de procesamiento de las vías del dolor (fenómenos de sensibilización central y periférica del dolor) y el del sistema nervioso autónomo (alteraciones en el tono autonómico o simpático-vagal: hiperactivación simpática sostenida con hiporeactividad simpática al estrés). Una perspectiva desde la que se describe la fibromialgia como una enfermedad del sistema psico-neuro-inmuno-endocrino.

Actualmente el NIAMP (Instituto Nacional de Artritis y Enfermedades Musculoesqueléticas y de la Piel) patrocina investigaciones para mejorar el diagnóstico, tratamiento y prevención de esta enfermedad, partiendo de la base de la existencia de uno o varios genes que hacen que una persona sea más propensa a padecer fibromialgia y siguiendo líneas de trabajo que se originan en preguntas como ¿por qué las personas con fibromialgia son más susceptibles al dolor?, o ¿cuál es el efecto de las hormonas del estrés en el cuerpo?. Unas cuestiones cuyas respuestas llevan a proponer tratamientos con medicamentos, si bien se considera, desde esta institución, que conviene complementarlos con terapias de tipo conductual.

Respecto a este asunto del tratamiento, hay que señalar que, teniendo en cuenta la peregrinación por distintos médicos a que estos pacientes se ven abocados hasta que son diagnosticados, la terapia grupal y la educación sanitaria resultan de gran ayuda. No obstante los planes terapéuticos deben ser adaptados a cada persona y sus necesidades individuales. Por lo general, se combinan medicamentos para disminuir el dolor (antiinflamatorios no esteroideos o AINEs principalmente, una subcategoría de los AINEs, analgésicos) y mejorar el sueño (relajantes musculares, antidepresivos que aumentan el nivel de serotonina en el cerebro) con programas de ejercicios para estirar los músculos y mejorar la capacidad cardiovascular (masajes, ejercicios aeróbicos, ejercicios de estiramiento, acupuntura, terapia ocupacional), técnicas de relajación para aliviar la tensión muscular y la ansiedad y programas educativos que pretenden ayudar al enfermo a comprender y controlar su dolencia.

viernes, 13 de febrero de 2015

Sobre el trastorno límite de la personalidad

De entre todos los trastornos de la personalidad vamos a centrarnos en este post en el trastorno límite de la personalidad. El DSM-IV- TR establece como criterios diagnósticos un patrón general de inestabilidad en las relaciones interpersonales, en la imagen de uno mismo y en la afectividad y una notable impulsividad, que comienzan a manifestarse al principio de la edad adulta y se refieren a diversos contextos, cumpliendo al menos cinco de los siguientes ítems: impulsividad en dos o más áreas potencialmente peligrosas para el sujeto (por ejemplo, gastos, sexo, conducción temeraria, abuso de sustancias psicoactivas, atracones, etc.); ira inapropiada e intensa o dificultades para controlarla; inestabilidad afectiva debida a una notable reactividad del estado de ánimo; ideas paranoides transitorias relacionadas con el estrés o síntomas disociativos graves; alteración de la identidad (imagen o sentido de sí mismo inestable de forma acusada o persistente); un patrón de relacione interpersonales inestables e intensas, caracterizado por alternar entre los extremos de idealización y devaluación y esfuerzos titánicos para evitar un abandono real o imaginario; amenazas y gestos o conductas suicidas recurrentes o comportamientos de automutilación, sensaciones crónicas de vacío.

Vicente E. Caballo ha caracterizado a quienes sufren trastorno límite de la personalidad con la expresión “fuego y hielo”, refiriéndose al hecho de que los sujetos con este patrón de comportamiento viven todas las situaciones con la mayor intensidad. Ciertamente, la inestabilidad de sus emociones describe a grandes rasgos al estilo límite. Tan pronto están en el cielo como, sin motivo aparente, en el infierno. Tan pronto están odiando a su pareja como amándola. Sus reacciones explosivas no tienen mucho que ver con los estímulos ambientales desencadenantes.

Respecto a los aspectos conductuales característicos del trastorno límite, se pueden señalar: niveles elevados de inconsistencia e irregularidad, impredecibilidad, patrones de apariencia cambiante y vacilante, niveles de energía inusuales provocados por explosiones inesperadas de impulsividad, provocación frecuente de peleas y conflictos, comportamientos recurrentes de automutilación o suicidio, conducta paradójica en sus relaciones interpersonales (a pesar de buscar la atención y el afecto lo hacen de un modo contrario y manipulativo, suscitando rechazo), relaciones interpersonales intensas y caóticas, excesiva dependencia de los demás, adaptación social a nivel superficial, predisposición a una soledad que les permite “reflexionar”, comportamientos dirigidos a protegerse de la separación, planteamiento de chantajes emocionales y realización de actos de irresponsabilidad (suicidio, juego patológico, abuso de sustancias psicoactivas, grandes atracones de comida).

Los aspectos cognitivos reflejan claramente el torbellino emocional que resulta de su mundo interno. Son característicos de este trastorno los pensamientos fluctuantes y las actitudes ambivalentes hacia los demás e incluso hacia sí mismo; la falta de propósitos para estabilizar sus actitudes o emociones; la incapacidad para mantener estables sus procesos de pensamiento; la dificultad para aprender de experiencias pasadas; la carencia de un sentido estable en relación a quiénes son; la posesión de imágenes de si mismo inestables y extremas; la experimentación de sensaciones crónicas de vacío, pensamientos anticipatorios de abandono; la inestabilidad en lo referente a sus valores y objetivos a largo plazo; el temor excesivo a que los desprecien, a la soledad; los pensamientos dicotómicos en sus relaciones interpersonales (consideran que las personas importantes de su entorno son muy buenas o muy malas, fluctúan con rapidez desde la idealización hasta la devaluación); una deficiente capacidad para procesar la información, a causa de sus problemas para centrar la atención; tendencia a culpar a los demás cuando las cosas les van mal; los autorreproches, autocastigos y autocríticas; el pensamiento rígido, inflexible e impulsivo; la baja tolerancia a la frustración; y, finalmente, antes situaciones de gran estrés, la tendencia a regresar a etapas anteriores del desarrollo cuando se ven en situaciones estresantes (los niveles de tolerancia a la ansiedad, el control de impulsos y la adaptación social se vuelven inmaduros) o el padecimiento de episodios micropsicóticos, con ideación paranoide transitoria, despersonalización, desrealización o síntomas disociativos.

Respecto a los aspectos emocionales, pueden experimentar una activación emocional extra elevada, siendo muy sensibles a los estímulos emocionales negativos, poseen una alta inestabilidad afectiva como resultado de una notable reactividad del estado de ánimo, experimentan emociones contradictorias, su equilibrio emocional se hallan constantemente en peligro; experimentan ira intensa, inapropiada y fácilmente desencadenada que implica una pérdida de control emocional, especialmente cuando se sienten frustrados o decepcionados; cuando pierden el control, muestran agitación y excitación física; su estado de ánimo no concuerda con la realidad; alberga sentimientos de vacío o aburrimiento, de vergüenza intensa, odio e ira dirigidos a sí mismos y presenta tendencia a inhibir respuestas emocionales negativas, especialmente las asociadas al dolor y las pérdidas, incluyendo tristeza, culpabilidad, vergüenza, ansiedad o pánico.

En lo que se refiere a los aspectos fisiológicos y médicos de este trastorno señalar las discapacidades físicas por autolesiones e intentos de suicidio fallidos, la inestabilidad en los patrones de vigilia- sueño, las reacciones fisiológicas reactivas al estado de ánimo, los problemas psicosomáticos en situaciones de estrés y, a veces, historia de trastornos neurológicos.

Es posible, además que este trastorno tenga impacto sobre el entorno del enfermo, materializado en conflictos frecuentes con su pareja, problemas en la escuela o en el trabajo por sus crisis emocionales, frecuentes pérdidas de trabajo, abandono de los estudios, rupturas matrimoniales, internamiento por sus automutilaciones o intentos de suicidio, relaciones interpersonales agitadas.

No es de extrañar, dadas las características de los sujetos límites que su tratamiento sea bastante complejo y frustrante en ocasiones. El tratamiento debe ser individual y adaptado a cada paciente, preferentemente combinando psicoterapia individual (entrenamiento en habilidades sociales, entrenamiento en solución de problemas, en formación de conceptos y manejo de la categorización, mejora de la eficacia interpersonal, técnicas de autocontrol, etc.), terapia grupal con formato psicoeducativo y tratamientos farmacológicos (antipsicóticos, antidepresivos, estabilizantes del estado de ánimo y anticonvulsivos y benzodicepinas).

viernes, 6 de febrero de 2015

Sobre los trastornos de la personalidad

“Los trastornos de la personalidad son problemas tan frecuentes como graves que afectan enormemente al individuo que los sufre y a su entorno. Además, son patologías no del todo conocidas por los profesionales de la salud mental, lo que ocasiona no pocos inconvenientes cuando las personas afectadas solicitan ayuda; de hecho, lo más habitual hasta que llegan a un psicólogo o psiquiatra especializados es que efectúen un auténtico peregrinaje en busca de alguien que les entienda”. […] “El trastorno límite de la personalidad es una patología de la personalidad tan frecuente como devastadora, y tan poco conocida como maltratada”.Jorge Castelló Blasco, psicólogo-psicoterapeuta especializado en trastornos de la personalidad.

Para hablar acerca de lo que son trastornos de la personalidad, debemos comenzar por establecer lo que se entiende por personalidad. La personalidad, según Edler (1989), es la forma en que las personas interactúan consigo mismas y con el medio. Lo que implica por una parte que cada persona tiene una manera característica de interaccionar con el ambiente y, que este ambiente, le proporcionará una experiencia (a tener en cuenta que situaciones muy distintas pueden producir un mismo efecto y que una misma situación puede afectar de forma distinta a diferentes personas); por otra parte, que una misma persona tiende a reaccionar de manera estable y coherente, presenta una cierta organización intersituacional. En definitiva, podemos entender la personalidad como la combinación o integración de dos tipos de factores: los temperamentales y los caracterológicos, que determinan el modo de ser, sentir, pensar y comportarse del individuo.

Los primeros vendrían determinados por la biología, por influencias innatas, genéticas y constitucionales. Siguiendo a Costa y McCrae (1985) podemos aceptar que existen fundamentalmente cinco (Big Five): Neuroticismo, que determinaría la tendencia al malestar psicológico y a la conducta impulsiva; Extraversión, que se referiría a la inclinación a implicarse en situaciones sociales y a sentir alegría y optimismo; Apertura a la experiencia, relativa a la curiosidad, una disposición receptiva ante nuevas ideas y la expresividad emocional; Amabilidad, grado de  compasión u hostilidad sentida hacia los demás; y Responsabilidad, nivel de organización y compromiso con los objetivos personales. Cada persona presentará cada rasgo en mayor o menor medida y un estilo de personalidad característico.

Los factores caracteriológicos, por contra vendrían determinados por el ambiente. El carácter se refiere a los factores psicosociales, aprendidos, que influyen sobre la personalidad. Queda constituido, en buena medida a través de la experiencia, del aprendizaje durante el proceso de socialización, en forma de esquemas, que Segal (1988) define como “elementos organizados a partir de experiencias y reacciones pasadas que forman un cuerpo relativamente compacto y persistente de conocimiento capaz de dirigir las valoraciones y percepciones posteriores”.

Como decimos, la combinación de ambos tipos de factores es lo que determina la personalidad del individuo, sus patrones de sentimientos, percepciones y conductas ante la vida. De este modo, podemos, pues, definir ya los trastornos de personalidad como desviaciones de lo se considerarían los patrones de vida normal, es decir, aquellos que se ajustan a las expectativas de la cultura en que se halla integrado el individuo, especialmente en lo que se refiere al comportamiento del individuo en relación con el grupo sociocultural al que pertenece.

Conviene, por otro lado, dejar claro, que no siempre que existe un comportamiento, un pensamiento o una forma de percibir el entorno o de asumir las experiencias de modo inadecuado, desadaptativo, estamos ante una trastorno de personalidad. Existen ciertas peculiaridades a la hora de afrontar y asimilar la experiencia vital que no se adaptan estrictamente a lo que puede considerarse normal, pero, ello no siempre determina el padecimiento de la enfermedad de que nos ocupamos, sino la existencia de lo que se ha tipificado como estilo de personalidad o rasgos característicos.

Los trastornos de la personalidad se caracterizan por no ser sintomáticos, sino condiciones estables; reflejan alteraciones más globales y menos circunscritas; son menos “cambiables” y, por lo general, no son egodistónicos (molestos subjetivamente).

Para el diagnóstico de un trastorno de la personalidad, el DSM-IV exige la presencia de los siguientes elementos. De un lado, un patrón permanente de conducta y experiencia interna que se desvía notablemente de las expectativas culturales y que se manifiesta en al menos dos de las siguientes áreas: cognición, afectividad, funcionamiento interpersonal y control de impulsos. De otro, un patrón de personalidad inflexible y desadaptativo que causa al sujeto un malestar subjetivo o un deterioro funcional significativo.

Y, en función del matiz de esos patrones desadaptativos, el mismo DSM divide a quienes los poseen en cuatro grupos principales:
- Grupo A: Sujetos extraños o excéntricos. Incluiría a individuos introvertidos, mal socializados, desajustados emocionalmente e independientes, afectados de alguno de los siguientes trastornos: trastorno paranoide (que se manifestaría en desconfianza excesiva o injustificada, suspicacia, hipersensibilidad y restricción afectiva); trastorno esquizoide (que determinaría dificultades para establecer relaciones sociales, ausencia de sentimientos cálidos y tiernos e indiferencia a la aprobación o crítica); trastorno esquizotípico de la personalidad (que provoca anormalidades en la percepción, el pensamiento, el lenguaje y la conducta en sentido similar al de la esquizofrenia, aunque sin llegar a reunir los criterios necesarios para el diagnóstico de ésta).

- Grupo B: Sujetos teatrales y/o impulsivos. Este grupo reuniría a individuos extravertidos, mal socializados, desajustados emocionalmente y dependientes, que son a los que dan lugar los siguientes trastornos: trastorno histriónico (que determina una conducta teatral, reactiva y expresada intensamente y relaciones interpersonales marcadas por la superficialidad, el egocentrismo, la hipocresía y la manipulación); trastorno narcisista (que infundiría en el enfermo sentimientos de importancia y grandiosidad, fantasías de éxito, necesidad exhibicionista de atención y admiración, y tendencia a la explotación interpersonal); trastorno antisocial (que llevaría a una conducta antisocial continua y crónica en la que se violan los derechos de los demás); trastorno límite de la personalidad (que provocaría inestabilidad en el estado de ánimo, la identidad, la autoimagen y la conducta interpersonal).

- Grupo C: Sujetos ansiosos y temerosos, que incluiría a los afectados por los trastornos por evitación (que crea individuos con baja autoestima, hipersensibilidad al rechazo, la humillación o la vergüenza y retraídos en lo social a pesar del deseo de afecto que albergan); por dependencia (que inclina a la pasividad para que los demás asuman las responsabilidades y decisiones propias y forma individuos subordinados e incapaces para valerse solos); obsesivo-compulsivo (que imbuye en el individuo un exagerado afán de perfeccionismo, le hace obstinado, indeciso, excesivamente devoto respecto al trabajo y al rendimiento, en tanto que dificulta la expresión de emociones cálidas y tiernas).

- Grupo D: Otros trastornos de la personalidad. Incluiría a los individuos que padecen trastorno pasivo- agresivo; depresivo, autodestructivo o sádico de la personalidad.