viernes, 25 de julio de 2014

Pasos para modificar el comportamiento de un niño

(Basado en Garber y Garber, 1993)

1) Definir el problema.
2) Enfocar los problemas uno por uno (no intentar enfocar el conjunto).
3) Ser modesto (plantear pocas cosas y pequeños cambios, siendo realista).
4) Ser consecuente y constante (lo que se proponga debe cumplirse y debe hacerse de continuo).
5) Ser positivo (fomentar un funcionamiento adecuado y hacer énfasis en el desarrollo de las conductas correctas).
6) Hacer saber al niño en todo momento lo que se espera de él.

TÉCNICAS BÁSICAS DE LA EDUCACIÓN:
1) CÓMO ELOGIAR:
- Elogiar el comportamiento, no la personalidad.
- Usar elogios concretos. Es mucho más eficaz y más útil el elogio referido a la acción.
- Elogiar los adelantos, cualquier avance por pequeño que sea es un avance y hay que elogiarlo.
- Elogiar adecuadamente (entorno social con más gente).
- Elogiar inmediatamente (no demorarlo, sobretodo al principio del cambio).
- Combinar elogios con amor incondicional.

2) CÓMO IGNORAR:
- Decidir que es lo que se puede ignorar y hasta que punto se puede ignorar.
- No prestar atención al comportamiento (no tener interacción ninguna con el niño).
- Esperar siempre que los comportamientos empeoren antes de que mejoren.
- Reforzar las conductas deseables.
3) CÓMO USAR LA TÉCNICA DEL DISCO RAYADO:
- Consiste en repetir un enunciado como un disco rayado. Se usa cuando se ha dicho algo y se reitera porque no se quiere hacer razonadamente.
- Persistencia de acciones. Ante la primera demanda uno puede explicarle las acciones y los hechos ("ahora no es el momento de helado"), pero hay veces que la reiteración es absurda.

4) CÓMO RECOMPENSAR:
- Usar reforzadores positivos y siempre para favorecer un funcionamiento o una acción adecuada.
- Es importante saber que refuerzos necesita el niño e ir estudiando que recopensas resultan más efectivas.
- Variar las recompensas de vez en cuando.
- Cumplir siempre.
- Recordar que para establecer cualquier conducta efectiva se necesita tiempo.


viernes, 18 de julio de 2014

Claves para tener éxito como padres

Diez claves para tener éxito como padres (K. Kvols):

1 ) UTILIZAR MOMENTOS GENUINOS DE ENCUENTRO. En la relación padres-hijos va a ser significativo el hecho de que los primeros tengan dedicación a los hijos, momentos donde de verdad se relacionen, de interacción positiva (aunque sean momentos breves), pero dedicados especialmente a los hijos.

2) UTILIZAR LA ACCIÓN, NO LAS PALABRAS. En la educación de los hijos influyen tanto el modelo de conducta que constituyen los propios padres, lo que los hijos observan; como las palabras de los progenitores, las directrices que éstos dan a los hijos. Pero, aunque ambos elementos determinan, en definitiva, el funcionamiento de la familia, que va a ser lo que de verdad cale en el niño, en la concepcion que éste forme del mismo tendra más peso el primero, es decir, el comportamiento de sus progenitores.

Los padres deben decir lo que tiene y lo que no tiene que hacer el hijo, utilizar la acción y enseñarle cómo debe hacerlo, entrenarle. La palabra es un controlador "a distancia" y sólo puede ser control si es referente de múltiples procesos, no puede sustituir a la acción. Para que el niño haga caso a "Pablito, estate quieto", antes ha tenido que tener relaciones con otros casos donde el niño no ha estado quieto y ha tenido consecuencias.

3) DAR  A LOS NIÑOS MODOS APROPIADOS DE SENTIRSE PODEROSOS (IMPORTANTES). Los niños quieren llamar la atención para que se les tenga en cuenta, quieren sentirse importantes, y la aceptación de sus padres es uno de los reforzadores más demandados y de más valor para un niño.

4) UTILIZAR CONSECUENCIAS NATURALES. Hay que hacer ver cuando las consecuencias son positivas o negativas, pero la consecuencia siempre debe ser natural.

"Has roto el mando de la TV, mañana no te llevo al parque" no es natural. "Has estropeado el mando a distancia, pues ahora cada vez que queranos cambiar el canal te levantas tú" es natural y también podemos considerarla como una consecuencia lógica.

5) UTILIZAR CONSECUENCIAS LÓGICAS. Cosas que tengan que ver con la acción inadecuada, con el mismo tipo de funcionamiento. "Si no has hecho los deberes, esta tarde te quedas una hora más estudiando", dentro de la lógica puede ser natural.

6) RETIRARSE DEL CONFLICTO. Hay situaciones en las que permanecer en un conflicto no tiene sentido (cuando un niño se pone cabezota). Los conflictos artificiosos no sirven para nada y no debemos olvidar que somos adultos de una determinada edad ante un menor.

7) SEPARAR EL HECHO DE QUIÉN LO HACE. No se debe calificar al niño o incluirle en una categoria negativa por una conducta puntual inadecuada. El que un niño tenga, en un momento dado, un mal comportamiento no le convierte en un "niño malo". Si se le califica de tal, es posible que el auoconcepto del niño tienda a aproximarse a esa catalogación y a repoducir comportamientos que la confirmen.

8) SER AMABLE Y FIRME AL MISMO TIEMPO. Es importante, al evaluar una cosa positiva o negativa atender al modo en que se hace y evitar caer en el error de hacerlo de una manera inadecuda: gritando, zaraneando... El acto de la valoración negativa de una conducta no ha de hacerse usando malos modos. Uno puede exigir el cumplimiento de las normas de la mejor manera posible, siendo amable, pues con ello no se pierde firmeza.

9) SER PADRES CON EL FIN EN LA MENTE. Los padres tienen que saber cual es el objetivo que quieren para sus hijos.

10) SER CONSISTENTES. Actitud que debe predominar. Las normas deben mantenerse, estabecerse objetivos e intentar conseguirlos.

Algunos consejos para que los padres construyan una buena relación:

- Mantenerse en contacto. Debemos comunicarnos con nuestros hijos frecuentemente, incluso cuando todo marcha bien.

- Pasar tiempo juntos.  Nos ayudará a construir una buena relación y permitirá que ellos sepan que nos interesan.

- Cumplir las promesas. Esta es una parte importante a la hora de ganarnos su confianza y respeto. Si cumplimos con nuestras promesas, es muy probable que ellos cumplan con las suyas.

- Tratar a los adolescentes como tales. Si bien los adolescentes no son adultos aún, ya no son niños y no se los debe tratar como si lo fueran. No debemos emplear un tono condescendiente con los adolescentes. Debemos ser honestos con ellos. Afirmaciones como: “Eres demasiado joven para saber de eso” faltan el respeto a la capacidad de comprensión del adolescente.

- Ser considerados. Recuerda las fechas especiales. No es necesario que queden señaladas con un regalo o una actividad especial. Solo debemos asegurarnos de que los adolescentes sepan que nos hemos acordado. De vez en cuando, podemos darles a los adolescentes pequeñas sorpresas especiales. Podemos dejarles sobre la cama una nota que exprese cuánto los queremos. O podemos hacerles su comida favorita sin ningún motivo en especial.

- Reconocer los esfuerzos especiales. No debemos subestimar a nuestros hijos. Debemos elogiar sus esfuerzos especiales, por ejemplo, si les ha ido bien en un examen, si han practicado mucho para un juego o una actuación o si hayan sido particularmente amables con alguien.

- Decirles que los queremos. ¿con qué frecuencia nos tomamos tiempo para decírselo? Debemos decirles cuánto los queremos todos los días.

- Brindar apoyo.  Debemos escucharlos y brindarles comprensión.

- Evitar las burlas hirientes. A veces nos burlamos de las personas de formas que las menosprecian. Debemos evitar burlarnos de esta manera de nuestros hijos, especialmente frente a otras personas. Es muy hiriente.

- Usar el humor y divertirse. Podemos bromear con nuestros hijos y estar dispuestos a burlarnos de nosotros mismos a veces. Bromear un poco fomenta una relación positiva.

- Valorar los puntos fuertes. Debemos aceptar a nuestros hijos por lo que son. Afirmaciones como: “¿Por qué no puedes ser como tu hermano mayor?” o “Tu hermana nunca me dio tantos problemas” no ayudan a que mejore. Estos comentarios solo harán que se sienta mal. Debemos reconocer los puntos fuertes y asegurarnos de que nuestros hijos lo sepan.

- Dar participación a nuestros hijos en la fijación de límites y la creación de reglas. Como padres, debemos ayudar a nuestros hijos a imponer límites y a vivir bajo ciertas reglas. Podemos brindarles un rol activo en la decisión de cuáles son esos límites y reglas.

 - Ser auténticos. Por medio de una comunicación abierta y frecuente con nuestros adolescentes, podrán relacionarse con nosotros como personas que realmente se preocupan por su bienestar. También debemos ser educados. Simples detalles de cortesía, como decir “por favor” y “gracias” y ayudar en pequeñas cosas demuestran en buena medida cuánto los queremos. Los buenos modales básicos demuestran cariño y respeto. Y si demostramos respeto, lo obtendremos a cambio.

viernes, 11 de julio de 2014

Sobre la recaída (con la colaboración de la psicóloga especializada en adicciones Lucia Quintana)

El fenómeno de la recaída es consustancial al proceso de recuperación de las adicciones. No se trata sólo de apartar al adicto de la droga sino que el objetivo principal en los tratamientos de rehabilitación actuales por consumo de sustancias es la abstinencia. En la consecución de la misma pueden existir crisis o recaídas que deriven en consumos puntuales o en una conducta más sostenida en el tiempo. La vulnerabilidad a la recaída existe durante toda la vida del adicto y es un problema presente en todos los procesos de dependencia de drogas (Graña Gómez, J.L.: Conductas adictivas. Teoría, evaluación y tratamiento. Editorial Debate. 1998; Caballero Martínez, L.: Adicción a la cocaína: neurobiología, clínica, diagnóstico y tratamiento. Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, 2005).

Cuando se produce esta situación de fallo en el mantenimiento de la abstinencia, se observa que las pautas de consumo de sustancias no regresan a su nivel anterior, sino que la ingesta se ve incrementada e, incluso, las personas adictas pueden añadir el consumo de otras drogas que no existían en sus pautas con anterioridad. En esta nueva dinámica conductual se aprecian rasgos de compulsividad, la necesidad de experimentar emociones cada vez más extremas derivadas de un estado anhedónico y/o disfórico caracterizado por sentimientos de culpa, frustración, desesperación, desconcierto y ocasionalmente, autocompasión, ante el fallo en la consecución de la abstinencia, que terminan transformándose en pensamientos obsesivos al respecto. Se genera así una necesidad subjetiva, cada vez más acuciante, de necesitar otra vez la droga para desempeñar las actividades habituales de la rutina diaria, que supera incluso a la que secunda el establecimiento del trastorno por consumo de sustancias y se ofrece como una salida a los sentimientos negativos referidos con anterioridad.

La recaída en un consumo de sustancias psicoactivas (como podría ser la cocaína) es una entidad propia con una serie de características que la define. En ese instante la conducta volitiva de la persona se ciñe a la necesidad apremiante de satisfacer el deseo de consumo de drogas, sin valorar las consecuencias asociadas a sus actos con posterioridad. En la recaída existe una pérdida de control con respecto a la cantidad de droga ingerida, por lo que son probables episodios de intoxicación por sustancias en los que se aprecian alteraciones de la sensopercepción (alucinaciones, pseudoalucinaciones) y/o del contenido del pensamiento (delirios) que no se pueden explicar mejor por otro trastorno.

viernes, 4 de julio de 2014

Cocaetileno (con la colaboración de la psicólogo especializada en adicciones Lucía Quintana)

Las personas que consumen cocaína y alcohol presentan peculiaridades respecto a quienes sólo consumen cocaína (mayor percepción de control del consumo, percepción  de problemas con la cocaína pero no con el alcohol, incremento progresivo en las cantidades consumidas, ingesta de alcohol como detonante, aparición de conductas con rasgos antisociales tras el consumo, mayores consecuencias en todos los ámbitos de la persona). La ingesta de alcohol como detonante del craving (deseo de consumo de una sustancia psicoactiva) y conducta de búsqueda compulsiva de cocaína, influye en una mayor pérdida de control de consumo así como más problemas sociales y conductas de riesgo y antisociales. Ello es debido a la presencia de un metabolito denominado "cocaetileno", resultante del consumo simultáneo de alcohol y cocaína, que explica la mayor toxicidad y compulsividad de estos episodios. Las concentraciones de cocaetileno más significativas se observan cuando el alcohol se administra previamente a la cocaína.

La interacción alcohol-cocaína interfiere en el patrón de degradación tanto del alcohol como de la cocaína, incrementando el potencial tóxico de ambas sustancias. El uso/abuso de ambas sustancias se ha relacionado con déficits cognitivos en memoria, atención, orientación y asimetrias sensoriales. Además se han observado deterioros más marcados a medida que avanza el consumo, llegando a imposibilitar el adecuado funcionamiento del sujeto (Pastor, R., LLopis, J.J. & Baquero, A.: Interacciones y consecuencias del consumo combinado de alcohol y cocaína: una actualización sobre el cocaetileno. Adicciones, 2003, vol. 14, num. 2).

La dependencia de alcohol y cocaína consiste en un patrón desadaptativo que conlleva un malestar clínicamente significativo en el que existe la necesidad creciente de ingesta de estas sustancias para obtener la intoxicación o los mismos efectos, se ingiere la sustancia para aliviar o evitar los síntomas de abstinencia, se toma en períodos más largos de los pretendidos, se emplea mucho tiempo en la consecución de las sustancias y se continúa su ingesta a pesar de tener conciencia de problemas persistentes causados o exacerbados por este consumo. Este tipo de dependencia, unida a alteraciones del pensamiento y de la sensopercepción que interfieren en la capacidad de juicio, pueden mermar las capacidades de un sujeto para obrar de acuerdo a una lógica formal y ser determinantes a la hora de valorar el estado mental y las capacidades naturales de entender y obrar.